¿Sabes aquel que dice que no se pueden abrir las ventanas en una casa pasiva, en una Passivhaus? Que la ventilación ya ventila y que no hace falta abrirlas. Que entonces la casa pasiva ya no funciona si las abrimos y no hay ventilación. ¡Ay!, no queda más remedio que lanzarse a saco con irrisiones como esta.

Porque si esto fuera verdad ya solo quedaría ponerle barrotes a las ventanas y recitar a Segismundo cuando dice en La vida es sueño -1636-:

Estoy temiendo en mis ansias
que he de despertar, y hallarme
otra vez en mi cerrada
prisión

¡No dirán que en este blog no le añadimos toque cultural!  El asunto cultural es que la edificación ha devenido en el siglo XXI un asunto vital por demás. Y Passivhaus, como tal, es un concepto, una metáfora que se ha convertido también en vital, a la que apelamos en este siglo para mirar a la edificación para comprender todo lo que le estamos pidiendo que haga.

¿Qué es eso de “vital”? ¡Ay! Si vinieran a nuestra Casa Pasiva Positiva lo entenderían enseguida. Sobre todo si entran a la Casa del Habitar, una construcción anterior a 1850 que forma parte de nuestra experiencia pasiva.

Desde que el mundo es mundo hemos buscado refugio. En la Casa del Habitar son palos de roble que se cubrían con retama o jara y, encima,  la teja de barro de a saber con qué cocción y cuanto duraría.  Muros de piedra y arena. Casas con lo que había a mano. Esta es mi casa, esta es mi vida.

Passivhaus es una vivienda conceptualmente de este tipo –no se asusten, no se hacen con lo primero que vemos por el suelo-. El material, aquí, son los conceptos pasivos. Con ellos tratamos de comprender este gesto universal de habitar una casa. Manda aquí  el concepto de cómo vivir con el mínimo consumo de energía y, a continuación, ver hasta dónde puede alargarse esta idea.  Dicho de otro modo, lo que tenemos a mano ahora no son piedras o palos o arena o bloques de hielo – ¡que no dejamos de tenerlos!- sino investigación rigurosa y sistemática.

Y aquí llega la ventilación.

La ventilación es, al concepto Passivhaus, el concepto funcional. Una casa pasiva es una envolvente con un flujo de aire ventilando. ¡Y punto!

Una casa pasiva es una envolvente con un flujo de aire ventilando. ¡Y punto!

Y punto y seguido.

La ventilación es quien proporciona el confort de la casa pasiva. El reto es hacerla –“hacerla” significa: diseñarla, calcularla, construirla y verificarla-  en modo que la casa pasiva no necesite más que este aire de ventilación. Y que ese aire podamos, también, enfriarlo y calentarlo  y que sea suficiente con esto.

Así que, lo primero que hacemos cuando encargamos nuestra casa pasiva es preguntar por la ventilación. ¿Cómo está diseñada? ¿Para qué capacidad? ¿Qué sistemas vamos a usar? ¿Cómo se maneja?  Al usuario le lleva un tiempo entender como funciona. Un poco de paciencia en esto es aconsejable.

Porque aquí llega la sorpresa.

Para ventilar la casa pasiva tenemos dos máquinas. Una, que llevamos toda la vida con ella y ya es amiga: la ventana. Otra, que es nueva para nosotros pero que va a ser como de la casa también: la máquina de ventilación de doble flujo con recuperador de calor –el intercambiador, para entendernos-.

Para ventilar la casa pasiva tenemos dos máquinas: la ventana y el intercambiador. La ventilación consiste en un sabio manejo de estas dos máquinas.

Sí, ambas son máquinas. Si me apuran, la ventana es, hoy por hoy, más compleja que la máquina de ventilación. La ventana tiene múltiples composiciones, materiales, posiciones de apertura, instalación, elementos, manillas, controles, estéticas, etc. Estamos tan habituados a ellas que ni nos percatamos de su complejidad. ¡Y es tan simple de usar! Si me apuran, al lado de la ventana, la máquina de ventilación es una cosa mucho más simple. Una caja con unos motores que hacen pasar el flujo de aire de un lado a otro, intercambiándose la temperatura por el camino.

Resumiendo: la ventilación de las casas pasivas consiste en un sabio manejo de estas dos máquinas. La ventana y el intercambiador. Por ejemplo, en las noches de verano es fundamental abrir las ventanas para que la casa baje su temperatura sin consumir energía. Que entre el fresco, vaya, y, ¡ojo! el intercambiador no lo apagamos, sigue su trabajo o lo dejamos en posición stand-by-. Así, al día siguiente, comenzamos el día a, por ejemplo, 20 o 21 grados y mantenemos abiertas las ventanas hasta que la temperatura exterior ya comience a ser superior a la que tenemos dentro –porque si dejamos la ventana abierta, lo que entrará será el calor del día, y esto, en agosto, como que no-. Y ahora entra en juego la otra máquina, el intercambiador, ventilando e intercambiando el flujo de aire externo e interno.

Digamos que, en el ejemplo, por la noche la ventana es activa y el intercambiador pasivo. Y así con las diferentes situaciones en todas las estaciones del año. Cada máquina hace lo suyo. A los usuarios nos toca aprender esto para no ser Segismundos ansiosos y confundidos.

¿Y si la ventilación no fuera suficiente? Pues otro día hablaremos de la climatización en las casas pasivas.

Luis.

¡¿QUIERES SABER MÁS?!

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