Eficiencia energética es una palabra muy técnica. Ya lo dijimos en el blog cuando hablamos de qué es una casa pasiva. Está por todas partes. Eficiencia aquí, allá, eficiencia para todos.

Eficiencia energética es sinónimo de óptimo, de punto óptimo. Del mejor balance que podemos hacer entre los recursos que tenemos y los resultados esperados. Siempre medibles, un concepto a caballo entre la economía y la ingeniería y las matemáticas. En las viviendas y los edificios tiene como objetivo invertir el minino en energía para obtener el máximo de ahorro energético posible –y confort y salud-. Siempre a la búsqueda del balance óptimo entre inversión y retorno de la inversión.

De hecho, el Estándar Passivhaus hace justo eso. Por eso se utiliza para diseñar y construir edificios de consumo casi nulo. No porque no se puedan hacer de consumo nulo o cero o de balance positivo, sino porque la expresión “consumo casi nulo” indica que es ahí donde está el óptimo de la eficiencia energética del edificio. En la palabra más rara de todo ese enunciado que ha devenido una cosa que se dice y se dice y se repite, como una oración tipo mantra: “edificios de consumo casi nulo”. Y, sí, entiendo “edificios”, entiendo “consumo” y entiendo “nulo”; pero “casi”… ¿esto quién lo entiende. ¿Qué es quedarse en “casi” de algo? Si casi suena a frustración…

Sin embargo, en el “casi” está el meollo de la eficiencia energética del edificio. Este esquema es el que lo muestra en el Estándar Passivhaus (Fuente, iPHA):

 

El criterio Passivhaus sobre la eficiencia energética

El conocido criterio Passivhaus de fijar la demanda de frío o calor del edificio en 15 kWh(m2a) –quince kilovatios hora por cada metro cuadrado y año de la casa- tiene su justificación en un concepto netamente económico, de rentabilidad de la inversión. No es un criterio ingenieril o de la arquitectura o del cálculo energético, o de física o de la eficiencia de los materiales o de cualquier otra cosa que no sea la inversión y el retorno de la inversión. Sí, una vez que he llegado a 15 kWh(m2a), ya hay que pensarse si seguimos más allá so pena de penalizar la inversión –más coste- y retrasar los años del retorno de esa inversión –retorno más lento del dinero que hemos invertido-.

Esta eficiencia energética de la edificación se consigue una vez que la demanda llega a esos 15 kWh(m2a) porque es cuando puedo prescindir de sistemas convencionales de climatización –de frío y calor, de aire acondicionado y calefacción vaya-. Y, si prescindo de ellos, prescindo de los costes que supone.

En su balance ideal, el Estándar Passivhaus busca compensar los costes menores de las instalaciones –climatización- de la casa con los costes mayores de la envolvente de la casa –en aislamiento, ventanas y hermeticidad-. Esto ya nos da pie para una de las entradas más famosas que pueda haber en Passivhaus: los costes en comparación con una vivienda convencional o de Código Técnico. Tema eterno y que cada uno cuenta según le va la feria.

Pero ahora estamos en la eficiencia energética. Ojo, que cuando decimos que se prescinde de sistemas convencionales de frio y calor no estamos diciendo que haya que prescindir de climatización en las casas pasivas. No, en ningún caso. El proyecto dirá si se puede o no prescindir. Y, si hay que ponerlos, lo normal es que sean mucho más pequeño que los convencionales; dicho de otro modo, no necesitamos 10 o 15 radiadores en la casa pasiva. Ni aire acondicionado a mansalva.

La eficiencia energética y los usuarios

¿La eficiencia energética aplica a las personas?  A nosotros nos basta con decir ahora que, hacia la década de 1950, un arquitecto que se llamaba Viktor Olgyay también se preguntó como podría pensarse la eficiencia energética en las personas en tanto que vivían dentro de una casa. ¿Cómo podría ser un habitáculo con personas dentro y que estas personas estuvieran en el óptimo de su eficiencia energética? Es decir, que su propia actividad física, como cuerpo material que somos, humano, que suda, respira, camina y hace otro tipo de  ejercicios dentro de las habitaciones, esté siempre en un estado conde consuma el mínimo de energía. Que nuestro cuerpo no sude o pase frío, que es lo que nos hace ponernos a temblar o sudar para mantener un óptimo de temperatura corporal. Porque esta regulación ¡consume mucha energía!

Olgyay pensó en la eficiencia energética partiendo de las personas. Consideró físicamente el confort buscando la determinación neutral de una temperatura de hábitat en la cual el cuerpo humano pudiera realizar su vida diaria con el menor consumo de energía (Vid. Olgyay, V. Clima y Arquitectura. 1989. pp. 14-23). Esto es justo lo que el Estándar Passivhaus considera cuando establece una zona de confort para el cuerpo humano entre 20 y 25 grados de temperatura. Porque un proyecto Passivhaus digno de este nombre no puede dejar de calcular las “charts” o diagramas de Olgyay y Givoni –los conocidos como “climogramas”-. Como este (Fuente: Passivhaus Consultores/Vand arquitectura):

Y final, ¿eficiencia energética en los edificios? Sí, por supuesto. Siempre que respondan al confort de las personas –que siempre será un poco imprecisa un poco meno óptimo-, no a lo que nos digan las máquinas que sea. Seguiremos con este asunto…

Luis.

¡¿QUIERES SABER MÁS?!

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